Muchos caminos he andado por el mundo. Pena y decepciones alimentaron mi sendero. La desesperanza iba calando como un virus mi confianza en el destino y en mis ganas de seguir... mas te vi y mi tiempo se detuvo; el vacío se colmó con tu presencia, tu mirada, y de pronto, sin tenerte, tuve miedo de perderte, por eso intenté (e intento) encerrarte en mi poesía. Sin embargo, entiendo que somos almas libres, que vuelan por los azares de los tiempos; somos almas libres, libres pero unidas al fin...
Entonces miro tus ojos, tomo tus manos, toco tu rostro, beso tus labios, siento tu corazón... y sé que eres tú, que siempre eras tú.
Y yo... pues soy como me ves, con temores, con esperanzas, con dolores, con alegrias, con errores, con aciertos, con ganas de vivir... Cuando estamos juntos el tiempo se detiene y, acaso, nos transporta hacia otra dimensión, en la que alguna vez estuvimos y que ahora, por bendiciones el destino, nos vuelve a juntar. Y nos ha vuelto a juntar para poder ofrecernos y aventurarnos ante lo grande de este amor, para regalarnos el claro de la luna, un rocío para cada mañana, un cielo para que podamos volar.
Y aunque no posea fortuna para darte sólo tengo un corazón sinceramente enamorado que la vida ha señalado única y exclusivamente, por siempre, para ti.
Sólo quiero decirte, mi amada imperfecta humana celestial, que eres y serás mi bendición, mi alegría; que lo gris de mi vida es hoy de colores gracias al amor que dia a dia crece entre nosotros; pues eres el sol, la lluvia, mi reina, mi súbdita, mi gaviota de luna, mi sueño... mi poesía.
Cuando no estás te extraño, no lo puedo negar (¿para qué?). Te extraño, sí, y siento que nada se compara con nuestro preciado y sincero amor. Nada es tan grande. Ni la luna, ni la tierra, ni el sol, ni la galaxia, ni el universo. Nuestro amor es tan grande como Dios, y no blasfemo al decir esto, pues el Señor es lo más grande, perfecto, santo e infinito... y así de grande es este amor.