que de niño feliz abracé,
viviendo sin saber de tristezas,
sintiéndome otra vez renacer.
Del mundo recuerdo el sinfín día
donde volaba en aire puro mi niñez,
donde saltaba incansable mi alegría
y jugaba en suelo firme mi ilusión.
En él corría incansable mi inocencia,
columpiábase satisfecho mi emoción,
tantos buenos episodios de mi infancia
que me pregunto ¿cuándo fue que todo cambió?
Tal vez fue el vaivén de este loco mundo,
ese monstruo insaciable llamado "sociedad",
vorágine incansable de esta vida terrenal
que desgasta suavemente nuestros pasos
dejando como herencia insensible frialdad.
Empero el mundo nos recuerda dia a dia
la promesa eterna e infinita del amor,
esa esperanza sublime y metafísica
de existencia divina y pura en nuestro andar.
Busquemos, pues, la inocencia en nuestras almas,
aquel vuelo alegre e infante de nuestro pensar,
sintiendo así renacer nuestra existencia
siendo parte y todo con el mundo en nuestro corazón.