que no pudiera entender mi humanidad,
pero que deseara con tanto fervor,
ésa sería el amor...
Dicen que es la fuerza que mueve al mundo,
que es el sol de las noches negras,
que es la vida del enfermo corazón,
que es... no importa... ya aprenderé...
No prohíbo su entrada a mi domicilio,
¡qué robe mi alma sin descaro!
mas ojalá ame mi corazón maltratado,
para gracias al fin darle por haberlo aceptado.
¿Cómo serán sus besos?
¿qué tal sus caricias, sus abrazos?
¿acaso habrá corazón samaritano
que amor quiera mostrar sin desengaños?
La vida me ha enseñado, con disgusto,
que amor correspondido no tendré,
¿entonces fiel esposa será la soledad?
¿con ella siempre viviré?
Sólo ella sabe de mi sentimiento,
de mis odios, amarguras, mis ganas de vivir,
es la que me ha enseñado, sin quererlo,
que imprescindible muchas veces puede ser.
De eso le estoy muy agradecido,
he aprendido a mirar en mi interior,
aunque yo hubiera preferido
que el amor me enseñase esa lección.
En la vida, pues, hay que seguir intentando
descifrar el bello enigma que ofrece este señor;
tal vez así tendremos más coraje
para entender al mundo y toda desilución.
Sólo espero que su luz guie mis pasos,
ante él me rindo y sería todo un servidor,
el sol, entonces, abrigará mi cuarto obscuro,
y yo, lo juro, lo querré con alma, vida y corazón!
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